lunes, 26 de diciembre de 2011

MALENTENDIDO


Alguien escribió a mi correo manifestando su deseo de publicar un cuento mío en una página que tenía bajo su administración, y yo le respondí que me sentía muy honrado. No obstante, fui enfático al advertirle que se abstuviera de seguir la edición que circulaba en una antología, por no respetar la puntuación que yo proponía, acorde al ritmo interior de la historia, y por cambiar sin mi consentimiento algunos términos.

Como el cuento apareciera en la página web, de todos modos, emulando la versión de la que yo abjuraba, escribí un correo al amigo de la manera más decente posible, esgrimiendo todos los recursos que cabe imaginar en este caso para recordarle nuestro acuerdo, y defender mi posición con respecto a la ausencia total de comas en el penúltimo párrafo.

Resultado: el amigo descolgó el cuento y me dijo que qué pena, que no sabía que yo me iba a molestar, que esa no era la idea, y otras cosas por el estilo. Más tarde, incluso, llegué a leer en dicha página algunos comentarios denigratorios hacia mi persona, fomentados vaya a saber por quién, donde decían que quién me creía yo, que tanta alharaca por un cuento de mala muerte, y bla, bla, bla.

A mí sinceramente me dio risa el asunto, y apoyado en la certeza, que ya es un cliché, de que los escritos se defienden solos, presté oídos sordos y resolví no responder a las provocaciones.El cuento fue que terminé siendo el malo de la película por reclamar lo justo.

¿De dónde le viene a la gente la idea de que es lícito y hasta saludable meterle mano a los escritos ajenos, como si fuera el sancocho a la orilla del río, donde todo el mundo pica verdura y mete cuchara, contando con el hecho improbable de que el autor estará de acuerdo?

Ahora entiendo lo que sintió Tanguito en la película cuando salió de la cárcel y escuchó "El amor es más fuerte" convertida en un divertimento para los chicos rosa de Buenos Aires....

No hay comentarios:

Publicar un comentario